Cuando se trata de encontrar intervenciones eficaces a la amplia gama de trastornos cerebrales, los investigadores por lo general permaneces bloqueados, a diferencia de otras áreas de la salud. Es muy posible que la razón de esta descorazonadora falta de soluciones se deba a que se están buscando las respuestas en el lugar equivocado, aunque sea el que a primera vista parece obvio.
Si se buscasen las soluciones a las enfermedades cerebrales fuera del sistema nervioso, como poco, parecería algo contradictorio. Sin embargo, y gracias a la labor de algunos de los científicos con más visión de futuro del mundo, hoy se sabe del papel fundamental que tiene la flora intestinal –el microbioma- a la hora de establecer el destino del cerebro.
Los 100 billones de microbios que viven en el intestino están tan activamente involucrados en numerosos aspectos de nuestra fisiología, que no solo afectan de manera directa a la función cerebral, en cada instante, sino que también influyen en la salud a largo plazo del cerebro y en la resistencia del cuerpo a las enfermedades.
El microbioma regula, o participa, en la inflamación, la inmunidad, la producción de ciertas vitaminas, la desintoxicación, el metabolismo de los hidratos de carbono, e incluso en la producción de importantes neurotransmisores como la serotonina o la dopamina. Todos ellos son procesos fundamentales para la salud del organismo en general, y para la salud del cerebro en particular.
Las recientes investigaciones revelan que en el amplio espectro de los trastornos del cerebro -desde la enfermedad de Alzheimer al autismo y la esclerosis múltiple, pasando por el Parkinson, las migrañas, la depresión y la ansiedad-, se dan patrones únicos de bacterias intestinales, que se correlacionan con cada una de las enfermedades. Esto es, los investigadores han identificado una determinada combinación de bacterias intestinales característica del autismo, pero completamente diferente del patrón que se identifica en las personas que padecen la enfermedad de Parkinson.
Aunque distintos grupos de trabajo a nivel mundial están obteniendo resultados alentadores en diversas patologías, como la demencia asociada a la diabetes tipo 2 o la enfermedad intestinal asociada a Clostridium difficile, con una técnica denominada “trasplante fecal”, hay por fortuna otras formas menos agresivas, y más sugerentes, para conseguir generar un cambio positivo en nuestro microbioma –y por lo tanto, en nuestra salud-.
En un experimento dirigido por el Dr. Emeran Mayer -profesor de la UCLA de medicina, especialista en gastroenterología y director del Oppenheimer Center for Neurobiology of Stress-, participaron 36 mujeres sanas que fueron agrupadas en tres grupos. A un primer grupo se les dio un placebo, al segundo grupo un producto lácteo y al tercer grupo un producto lácteo enriquecido con diversas bacterias probióticas. Antes de que comenzara el experimento, las mujeres se sometieron a extensos estudios de resonancia magnética cerebral, para analizar la respuesta de la actividad cerebral en determinadas tareas, durante el descanso o frente a ciertas emociones.
Después de cuatro semanas, las participantes se sometieron de nuevo a este tipo de resonancia magnética, para valorar la actividad cerebral mientras se les mostraban imágenes sobrecogedoras. Las pruebas demostraron que se produjo un cambio notable en la activación del cerebro en el grupo de mujeres que habían consumido los probióticos, en comparación con los otros dos grupos. Los investigadores concluyeron que “el consumo de probióticos en mujeres sanas modifica la actividad de las regiones cerebrales que controlan la emoción y las sensaciones”. A grandes rasgos, lo que indica este resultado es que las bacterias ingeridas provocaron un efecto calmante en el cerebro de las mujeres que consumieron los probióticos. O dicho de otra manera, los probióticos cambian la forma en que respondemos al mundo que nos rodea.
Con esta nueva comprensión de lo mucho que influyen las bacterias que habitan en nuestro intestino, en nuestra salud general y particularmente en la salud de nuestro cerebro, está claro que debemos hacer todo lo que podamos para nutrir de la mejor manera posible nuestro microbioma.
Las siguientes son algunas de las claves más importantes para reconstruir y proteger tu microbioma:
Restringe el uso de antibióticos, a menos que sea absolutamente necesario
Estamos (mal-)acostumbrados a tomar antibióticos “de amplio espectro” para casi cualquier cosa. Esto no solo es inútil en la mayoría de las ocasiones, sino que es perjudicial porque acabamos con todo tipo de bacterias, incluidas las buenas (lo que viene siendo una versión del fuego amigo).
Consume alimentos fermentados
Kimchee, chucrut, yogur, kéfir, verduras fermentadas y kombucha son algunas de las fuentes naturales más ricas en bacterias probióticas. El consumo de este tipo de productos mejorarán tu salud. Sin embargo, ten la precaución de elegir los productos que no estén pasteurizados.
Asegúrate de obtener suficiente fibra prebiótica
La fibra prebiótica permite el adecuado crecimiento de tu flora bacteriana. Algunos de los alimentos ricos en fibra prebiótica son la raíz de achicoria, el diente de león, la cebolla, el ajo, la jícama o la alcachofa de Jerusalén.
Considera la posibilidad de tomar un suplemento probiótico
Si bien hay un sinnúmero de suplementos de probióticos de diferentes laboratorios, no todos son igual de efectivos. Algunas de las especies clave que debería incluir tu elección son: Lactobacillus plantarum, Lactobacillus acidophilus, Bifidibacterium longum y Lactobacillus brevis, entre otros.
Reduce el consumo de azúcar y carbohidratos
Las dietas con un alto contenido en azúcar y carbohidratos refinados favorecen que se produzca un desequilibrio en el microbioma intestinal, el cual se asocia a la inflamación y el riesgo de padecer diabetes.
Consume alimentos no transgénicos
Una de las razones principales por la que los cultivos se modifican genéticamente es para hacerlos resistentes al herbicida glifosato. Se ha demostrado que el glifosato, ingrediente activo del Roundup®, induce cambios significativos en el microbioma intestinal.
Deja de usar el aspartamo
El aspartamo genera cambios dramáticos en el microbioma, los cuales se relacionan con un aumento significativo del riesgo de padecer diabetes – más aún si se compara con los alimentos endulzados con azúcar.
Restringe el consumo de gluten
El gluten aumenta la permeabilidad de la mucosa intestinal, permitiendo que bacterias y contenido intestinal sin digerir entren en la circulación sistémica, provocando la hiperreactividad del sistema inmune.
Con Amor,
Natalia